Los que se saltaban el guión
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dopaje no es el mayor enemigo del ciclismo. El ciclismo se muere, pero no por
culpa de los fármacos, que durante décadas han ingerido tanto los caníbales
como los farolillos rojos. La lacra del ciclismo son los guiones tediosos a los
que no tiene acostumbrados en los últimos años, telefilmes que raramente nos
levantan del sillón o de la siesta. Este deporte de mercenarios, de perturbados
en busca de las hazañas más locas, está huérfano de su gran materia prima: los
héroes talentosos y rebeldes que en mitad o a comienzo de la rampa más dura se
saltaban el guión…
El podio bárbaro
-Marco Pantani: El ‘Pirata’ te podía
alegrar una tarde de julio con sus ataques kamikazes. Como aquella vez que le
sacó nueve minutos a Ulrich en el Galibier y acabó con la tiránica hegemonía de
los contrarrelojistas en el Tour.
-El ‘Chava’ Jiménez: Cuando descendía,
el término a tumba abierta cobraba su máxima expresión y cuando escalaba los
puertos era un Fred Astaire sobre dos ruedas. En la primera subida a L’Angliru
de la historia de la Vuelta, apareció entre la niebla para ganar cuando el
cincelador escribía ya el nombre de Pavel Tonkov en el trofeo.
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Vandenbroucke (VDB): “No soy Dios’’
decía el bueno de Franck. El ‘enfant terrible’ del ciclismo belga fue capaz de
reventar a todo un pelotón para luego entrar por las murallas de Ávila cortando
cabezas. No era Dios, pero hacía milagros sobre la bici como quedar séptimo en
un Mundial con las dos muñecas rotas.